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Recomendación de Alfonso Santiago

“¿La vida es sueño o libertad?

Transcurría el año 1979 y yo cursaba mi cuarto año de Bachillerato en el Liceo Naval en Río Santiago. Entre las materias de ese año, tenía Literatura, ya sin los contenidos más áridos de la gramática y el análisis sintáctico. El programa de la materia era muy atractivo porque se trataba de analizar a través de obras literarias clásicas los grandes temas de la vida humana. Las distintas unidades temáticas que conformaban el programa llevaban como título “la condición humana y la amistad”, “la condición humana y la muerte”, la condición humana y el amor”, etc.

Disfruté mucho de los temas y obras que leímos en esa materia, pero una de ellas me impactó muy especialmente. La unidad llevaba como título “la condición humana: destino o libertad”. Las obras literarias sugeridas para desarrollar el tema eran, entre otras, “Edipo, Rey”, de Sófocles; “La vida es sueño”, de Calderón de la Barca; “Hamlet”, de Shakespeare; “Fedra”, de Racine.

La cuestión central a analizar a través de esos textos era considerar si nuestra vida está determinada de antemano por fuerzas misteriosas o del destino o si podíamos considerarnos realmente libres, que nuestra vida está efectivamente en nuestras manos y que ella depende de las decisiones que adoptemos. Libre albedrío o predestinación, he ahí el dilema.

El módulo arrancaba con la lectura de la tragedia “Edipo, Rey” que expone la tesis de la fatalidad y el destino como fuerzas inexorables que rigen nuestra vida, sin que podamos hacer nada para dejar de cumplir sus oscuros y trágicos designios.

Por su parte, Calderón de la Barca ilustra en su obra de teatro “La vida es sueño”, escrita en 1635, la tesis contraria. Segismundo, hijo del rey polaco Basilio, ha sido encarcelado por su padre, quien teme a que se cumplan las predicciones de un oráculo que señalaba que su hijo lo vencería, lo humillaría y tiranizaría al pueblo. Liberado Segismundo por el pueblo que lo considera heredero natural del Reino, adopta una conducta muy diversa a lo que enunciaba el oráculo. Perdona a su padre y sus actos están guiados por la prudencia y demás virtudes humanas. Su libertad personal, su afán de superación, dejan de lado los oscuros hados que sobre él se cernían.

Esta obra de Calderón de la Barca me confirmó en mi adolescencia en la idea de que, por suerte, nuestra vida está en nuestras manos, que es cada uno quien la va configurando con sus decisiones libres, que no somos víctimas del acaso, de la fortuna, ni de fuerzas misteriosas, ni de las circunstancias. Que más allá de los naturales condicionamientos, de nuestras pulsiones interiores y de las presiones exteriores, a través de nuestros actos marcamos en sus trazos fundamentales el rumbo de nuestras vidas.

La conciencia y el amor a la libertad personal estuvieron siempre presentes en mis decisiones vitales y en los proyectos profesionales que encaré. Elegir la carrera de abogacía, estudiarla con ilusión y pasión, dedicarme a la vida universitaria y a poner en marcha junto con otros colegas el proyecto de la Universidad Austral, doctorarme, escribir libros, asumir continuos nuevos desafíos, fueron todos actos y decisiones libremente elegidos.

La libertad es la condición necesaria e imprescindible de los compromisos que uno asume. Sólo ella libera lo mejor de nosotros mismos. Es una auténtica fuerza de ruptura, como le gustaba describirla Juan Pablo II, frente a condicionamientos que pretenden frenarnos, sean del tipo que sea.

Sin lugar a dudas, la libertad es un riesgo. Dios nos la dio como don porque no quería que fuéramos como robots, ni quería de nosotros un amor que no fuera plenamente libre y auténtico. La conciencia de la libertad engendra confianza en nosotros mismos y responsabilidad en todos nuestros actos.

Experimentar la libertad, ejercerla de modo auténtico, asumir sus consecuencias, reconocer aciertos y errores en sus elecciones sin trasladar responsabilidades y respetarla en los demás son presupuestos de una vida lograda en lo personal, lo familiar y lo profesional.

 

Como recuerda Frank Sinatra, uno está en paz cuando vive a su manera. Una versión más local, más nacional y popular, que guarda algunos puntos de contacto con el gran tema del Frankie es la canción “Un Brindis” de nuestra Sole con la que pongo punto final a este canto a la Libertad sobre el Destino.”

Alfonso Santiago

 

Seguir siguiendo al corazón
Y coquetear con la intuición
Seguir creciendo y esquivando las rutinas
Seguir soñando en un rincón
Seguir creyendo que hay un Dios
Que me endereza de un tirón la puntería
Siempre voy detrás de lo que siento
Cada tanto muero y aquí estoy


Tantos desiertos que crucé
Tantos atajos esquivé
Tantas batallas que pintaron mis heridas
Tantos incendios provoqué
Tantos fracasos me probé
Que no me explico cómo canto todavía
Y es que siempre voy detrás de lo que siento
Cada tanto muero y aquí estoy


Por esos días por venir
Por este brindis para mí
Por regalarle a la intuición el alma mía
Porque los días se nos van
Quiero cantar hasta el final
Por otra noche como esta doy mi vida


Tantos festejos resigné
Tantos amigos extrañé
Tantos domingos muy lejos de mi familia
Tantas almohadas conocí
Tantas canciones me aprendí
Que los recuerdos me parecen de otras vidas
Siempre me voy detrás de lo que siento
Cada tanto muero y aquí estoy


Tantas palizas esquivé
Tantas traiciones me compré
Tantos enojos me hicieron mostrar los dientes
Con mil abrazos me cuidé
Con mil amores me curé
Juntando heridas sigo creyendo en la gente
Siempre voy detrás de lo que siento
Cada tanto muero, pero hoy no


Por esos días por venir
Por este brindis para mí
Por regalarle a la intuición el alma mía
Porque los días se nos van
Quiero cantar hasta el final
Por otra noche como esta doy mi vida”