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Published on: Notas

¿Peligran los besos y abrazos?

¨No se miraban. En la penumbra compartida los dos estaban serios y silenciosos. Él le había tomado la mano izquierda y le quitaba y le ponía el anillo de marfil y el anillo de plata. Luego le tomó la mano derecha y le quitó y le puso los dos anillos de plata y el anillo de piedras duras. Ella tendía alternativamente las manos. Esto duró algún tiempo. Fueron entrelazando los dedos y juntando las palmas. Procedían con lenta delicadeza, como si temieran equivocarse. No sabían que era necesario aquel juego para que determinada cosa ocurriera, en el porvenir, en determinada región.¨

El Juego, Jorge Luis Borges

Cada año la Real Academia Española incorpora al Diccionario nuevas palabras y acepciones. En el 2020 aparecieron los términos COVID y cuarentenar; en el 2021 se sumaron bitcoin, criptomoneda, bot, hisopado, entre muchos otros. Si como afirma su director, el abogado Santiago Muñoz Machado, pretenden ser testigos y notarios de cómo hablan los hispanohablantes, no tenemos dudas de que “metaverso” será una próxima inclusión.

¿Un nuevo elemento virtual que impactará en nuestra vida real?

Hiroaki Hiro, un repartidor de pizza en el mundo real pero príncipe guerrero en el mundo virtual, es el protagonista de la novela de ciencia ficción Snow Crash, escrita por Neal Stephenson en 1992, que utiliza por primera vez el término Metaverso.

En el 2021 cuando Mark Zuckerberg presentaba el metaverso de Facebook, nos explicaba ¨hablamos de un internet corpóreo, en el que en lugar de mirar una pantalla estaremos ¨dentro¨. Será más natural y vívido: las pantallas no pueden conectar la experiencia humana completa, no pueden brindar la idea de la presencia. Con esta tecnología sí se podrá”. Un universo paralelo en el que podremos tener conexiones sociales en un espacio tridimensional; en el que conseguiremos divertirnos, trabajar, hacer deportes, tener el aspecto que queremos y hasta comprarnos una camisa Armani que vale 1500 dólares en el mundo real, por 3 dólares en el mundo virtual. En la economía de la atención esto puede ser verdaderamente atractivo, y probablemente pasaremos mucho tiempo ahí. Esta adicción, tal vez, podría quedar camuflada por las ventajas de la tecnología. Los metaversos se multiplicarán. Cada empresa querrá tener el suyo, Facebook, Amazon, Google, Apple. Tendremos personas que se identificarán más con su avatar que con su vida real. ¿Es bueno esto para la humanidad?

Procuramos entender qué es el metaverso y en forma simultánea leemos al filósofo surcoreano Byung-Chul Han que, en su reciente obra “No – cosas. Quiebres del mundo de hoy”, plantea la evolución del homo faber al homo ludens, más dedicado al juego y a la interacción con la información que a las cosas materiales y los otros. Se pregunta si estamos ante el inicio de una nueva era, la de la Humanidad lúdica. Concluye con una afirmación movilizante: “La digitalización es un paso consecuente en el camino hacia la anulación de lo humano.”

¿Por qué importa que el orden digital represente una merma en las relaciones humanas?

Porque somos criaturas sociales. La persona tiene una dimensión social que impregna todo su ser y la define. La alteridad interpersonal es el primer eslabón de la sociabilidad. Si el avance de la digitalización, en sus múltiples escenarios, como la creación del Metaverso, tiende a invisibilizar al otro, ponemos en riesgo nuestros sistemas sociales innatos.

Somos nativos vinculares. Si las relaciones virtuales desplazan a las personales, perderemos los beneficios del contacto interpersonal de calidad, vital y definitorio de nuestra persona.

¿Qué es lo humano que se anula en el orden digital?

Las nuevas tecnologías y las redes sociales generan grandes cambios en nuestros hábitos y formas de interrelación. Sustituir un llamado telefónico por el intercambio de mensajes genera ausencia de exposición al trato directo con el otro.

En la comunicación digital el otro está cada vez menos presente. Son conexiones que nos privan del encuentro con el otro, del contacto, de la presencia directa y de todo lo que conlleva. Sin presencia física, desaparecen la mirada y la voz del otro.

Toda relación presupone reciprocidad con un ser independiente. Cuando el otro desaparece de manera imperceptible, pierde su alteridad, queda reducido a un objeto. Se fortalece el ego y su mirada narcisista, aumentan el vacío y la soledad por la ausencia del otro. Desaparece la empatía.

La falta de contacto con otras personas contribuye a irrealizar el mundo, limitándolo a imágenes e información. Pantallas mediante, se debilita nuestro sentido de la realidad, nuestra percepción pierde profundidad e intensidad, cuerpo y volumen. La realidad virtual nos va acostumbrando a ver la realidad como un espectáculo.

El concepto de Conexión humana significativa

Las relaciones humanas pueden tener grados de profundidad. Hay vínculos de mayor intimidad, y otros meramente sociales o colectivos, pero todos necesitamos contar

con conexiones humanas significativas. Conexiones en las que media una comunicación bidireccional, en persona, directa, basada en la confianza mutua. La preocupación o interés genuino por el otro se traduce en tiempo para compartir con él.

Las conexiones humanas significativas nos dan sentido de pertenencia, se generan en un marco de calidez, generosidad y compromiso. Esto se logra sumando la conexión sensorial, la conexión física que ocurre en tiempo real. La presencia de dos cuerpos a través del tacto, la voz, las posturas sincronizadas, los gestos o expresiones faciales. El contacto, el tocarse, libera sustancias químicas, como la oxitocina y las endorfinas. La primera es una hormona que potencia centrarse en la información social y refuerza los lazos de unión con otros, ayudando a dar seguridad de que nos cuidarán y protegerán. Las segundas, son analgésicas y euforizantes, actúan como un aglutinante emocional.

Las conexiones humanas significativas ayudan a una vida más sana y realizada porque en esas relaciones se establece una sensación de que nos conocen, aman, respetan y se preocupan por nosotros. La magia aparece en la experiencia de la presencia, en el contacto verdadero que conlleva un exponerse, un mostrar nuestra vulnerabilidad.

Si parte de nuestro ser está dada por los vínculos que establecemos con los demás, no podemos descuidar la existencia de nuestra dimensión social. El desarrollo de nuevas tecnologías no puede procurar una mejora del estilo de vida sacrificando la verdadera conexión humana.

¿Estamos ante un nuevo derecho humano?

Todo ser humano es titular de derechos fundamentales, por el solo hecho de existir como tal. El preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos, desde 1948, proclama el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana.

La dignidad humana son los atributos propios y exclusivos de los seres humanos, pero no indica de modo inmediato un derecho humano específico, sino que contiene la fundamentación de lo que puede ser considerado como derecho humano en general.

Los derechos humanos concretan en cada momento las exigencias de la dignidad, la libertad y la igualdad humanas, las cuales deben ser reconocidas positivamente por los ordenamientos jurídicos a nivel nacional e internacional. Cada momento histórico deja expuestas nuevas exigencias de tutela.

Esta particularidad explica el Principio de Progresividad. Por él, el ámbito de los derechos humanos puede ser ampliado con derechos que anteriormente no gozaban de protección. Allí donde se vislumbra que un atributo intrínseco al ser humano se pone en riesgo, se debe tomar posición frente al Estado y obligarlo a actuar.

Si el ser humano es un ser social y se valoriza en relación con los otros, el desarrollo de su dimensión social es un atributo inherente a la persona que debe ser considerado y protegido.

El Estado no puede asegurar o garantizar conexiones humanas significativas a cada persona, pero tampoco puede desconocer que el uso intensivo de las nuevas tecnologías y aplicaciones descriptas, como el Metaverso, pueden vaciar de contenido las relaciones humanas, poner cada vez más distancia entre las personas, bajo la ficción vincular de las redes sociales, sus amistades y contactos.

La tecnología es libre, pero responsable.

Pocas tecnologías de comunicación fueron prohibidas. La publicidad subliminal sí, desde hace décadas. Reino Unido y Japón regularon recientemente la sucesión excesiva, en programas o películas, de flashes, luces, rayas o cuadrículas, dañinos para las personas con alta fotosensibilidad. Pueden generar epilepsia. El potente Metaverso generará percepciones y sensaciones mucho más invasivas y extremas.

Imaginemos que el uso intensivo de las cegadoras máscaras de Realidad Virtual, como puede suceder, genere en jóvenes adictos pérdida de percepción de la realidad, autismo, esquizofrenias, alteraciones de personalidad o depresiones cuando se despeguen de su onírica fantasía. Es altamente imaginable.

Si el Metaverso impacta negativamente en comportamientos, podrá darse el “efecto Remington”. La armera más antigua de los Estados Unidos acordó pagar 73 millones de dólares a nueve familias que perdieron sus hijos en el tiroteo de la escuela Sandy Hook, en 2012. Remington sigue vendiendo armas de guerra, pero tuvo que hacerse cargo de haberlas publicitado a jóvenes que podían imitar acciones violentas y matar.

Si lo que sucede en el Metaverso afecta la salud, si erosiona, en jóvenes y adultos, la capacidad de encuentro con el otro, hasta trastornarlos, si impulsa comportamientos antisociales, violentos, irresponsables, anómicos, el derecho hablará.

A más tecnología, más humanidad.

La progresividad de los derechos humanos permite plasmar nuevas exigencias de justicia. Pareciera que, como nunca antes en la historia, las conexiones humanas significativas están en riesgo. ¿Acaso ha llegado el momento de protegerlas?

Construir un mundo conectado no sólo es desarrollar redes de comunicaciones, es favorecer los espacios y medios para que las personas puedan ejercer su derecho a la conexión humana significativa, a vincularse en forma efectiva y afectiva. Estamos más conectados que nunca, pero estar en red no es sinónimo de estar conectados, dice Han, para quien: “Hoy, el tú es reemplazado por un ello. La comunicación digital elimina el encuentro personal, el rostro, la mirada, la presencia física. De este modo, acelera la desaparición del otro. Los fantasmas habitan el infierno de lo igual.”

Somos personas porque somos diferentes, diversos, irrepetibles, únicos. No fuimos ensamblados, copiados. Somos asombrosamente reales. Vivamos y protejamos la belleza y la magia de nuestra humana condición.

 

Lecturas inspiradoras:

Byung-Chul Han, “No-cosas. Quiebres del mundo de hoy”, Taurus, 2021

Vivek H. Murthy, “Juntos. El poder de la conexión humana”, Planeta, 2021.

Alfonso Santiago, “La dignidad de la persona humana. Fundamento del orden jurídico nacional e internacional”, Ábaco, 2022, en prensa.

Fernando Savater, “Ética de la urgencia”, Ariel, 2012.

Estanislao Bachrach, “En el limbo. Aprendé a diseñar tus emociones para convertirte en quien siempre quisiste ser”, Sudamericana, 2020.