Skip links

Nos encanta y nos hace pensar mucho esta canción de Gustavo Cerati que en una parte dice así:

Mamá sabe bien

Pequeña princesa

Cuando regresé

Todo quemaba

No está mal sumergirme otra vez

Ni temer que el río sangre y calme

Sé bucear en silencio

Tarda en llegar

Y al final

Al final hay recompensa.

 

A menudo en la vida y en la profesión las cosas tardan en llegar, como dice la canción. Ante cambios repentinos, sorpresas y misterios, algunas personas sólo resisten, aunque corran el riesgo de quedarse atrás si el contexto sigue cambiando. Pero hay otras, que deciden seguir avanzando. Eligen persistir y gestionar las múltiples incertidumbres que las rodean.

 

Se parece mucho a una maratón. Gana la persistencia a la hora de mantener el ritmo y superar las adversidades. El simple hecho de completarla, ya es una gran victoria. Pero a veces pasa que el corredor siente que se pierde, que pierde el norte. Pierde el horizonte. Se desdibuja el objetivo.

 

La escritora Rebecca Solnit, en “Una guía sobre el Arte de Perderse”, nos dice: “Las cosas que deseamos son transformadoras, y no sabemos, o bien solamente nos creemos que sabemos, lo que hay al otro lado de esa transformación. El amor, la sabiduría, la gracia, la inspiración: ¿cómo emprender la búsqueda de cosas que, en cierto modo, tienen que ver con desplazar las fronteras del propio ser hacia territorios desconocidos, con convertirse en otra persona?”

 

Perderse y Persistir ¿dos palabras contradictorias? Creemos que no. Reconocer lo imprevisto nos enseña a no perder el equilibrio ante las sorpresas, a colaborar con él azar, a no frenar, a entender que estamos rodeados de misterios y que hay espacios que no podemos controlar. Son enormes oportunidades para abrir caminos y estar preparados para seguir avanzando y hacer frente a lo que se nos presente.

 

¿Cuánto persistir? La respuesta nos la trajo hace unos días el filósofo y escritor italiano Alessandro Baricco, en su presentación “Sobre el tiempo y el amor” realizada en el Teatro Colón de Buenos Aires. Atrapadas por su narrativa, nos recordó el amor de Florentino Ariza por Fermina Daza, los protagonistas de “El amor en los tiempos del cólera”.

 

¿Hasta cuándo persistir? O como diría el capitán del barco a bordo del cual encontraron refugio los enamorados: “¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo?”

 

Tomamos la respuesta que Florentino Ariza tenía preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches:“Toda la vida, dijo”.

 

El objetivo de Florentino dio sentido a su vida; con su persistencia pudo sortear los obstáculos de un amor contrariado, aún cuando por momentos pareciera perderse, y su capacidad de espera sin dejar de actuar, le permitió disfrutar -al final- su recompensa.