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Published on: Las conversaciones de la semana

La calidez de las zonas azules

Nos quedamos pensando en la necesidad del contacto interpersonal y en el fenómeno de la soledad que avanza como una epidemia. Una soledad que es mala para la salud, la calidad de vida, el rendimiento en el trabajo.

Sentimos que la conexión significativa con otras personas es una fuerza que ha sido olvidada y subestimada, cuando abordamos los problemas críticos que tenemos como comunidad. Esto es curioso, si pensamos que toda la energía y el sostén emocional para vivir lo sacamos de nuestros vínculos de calidad con otras personas. De las personas que queremos y admiramos. Somos felices cuando sentimos sensación de proximidad, de confianza. Cuando somos aceptados y podemos conversar de verdad. En cambio, cuando se carece de un buen vínculo emocional, no escuchamos. Juzgamos apresuradamente. Se profundizan divisiones. Así resulta difícil colaborar para superar los problemas en común.

Como abogados/das buscamos ser facilitadores y tener un rol clave en el cambio de las reglas del juego para dar un enfoque proactivo hacia la sustentabilidad, lo social, lo económico y lo institucional. Hablamos de Abogacía de impacto. ¿Podríamos pensar la Abogacía de impacto también para combatir la soledad?

Hace unos meses Alberto Naisberg, que tiene 97 años, nos contó que Okinawa es un lugar en Japón, una zona azul, donde se concentra una gran cantidad de personas que viven más de 100 años, que descubrieron un sistema social inspirador llamado moai. El moai es un grupo informal de gente con intereses comunes que se ayuda entre sí. Genera un espacio de descubrimiento del otro. Ayuda a mantener la estabilidad emocional y también financiera. Da un sentimiento de pertenencia y colaboración mutua que aporta seguridad a la persona y contribuye a aumentar la esperanza de vida.

Nos preguntamos qué podemos hacer desde el Derecho para combatir la soledad ¿Tal vez políticas públicas para fomentar moais? Desarrollar incentivos para la generación de pequeñas comunidades de intereses y pasiones, que compartan tiempo, construyan confianza mutua y un sentido de pertenencia. No se requieren grandes presupuestos, ni mayorías calificadas… sólo visión y decisión.

Si en lo personal, ya sentís que pertenecés a un moai, ¡qué afortunado/da! ¿Te imaginas cuál sería el efecto de multiplicarlos y vivir la calidez de las zonas azules?