Transcurría la segunda guerra mundial, cuando el Yale Law Journal recibió un artículo de Harold D. Lasswell y Myres S. McDougal sobre la enseñanza del derecho y las políticas públicas. En él destacaban las destrezas que consideraban debería reunir un abogado y se tenían que desarrollar en los estudiantes, dado que a su criterio: “Los años invertidos en cursar estudios en la facultad de derecho imponen discapacidades (en no menor medida en la que brindan ventajas) si apartan al estudiante de la oportunidad de adquirir o de perfeccionar el ejercicio de diferentes formas de pensar, de observar y de manejar lo que llamamos destrezas generales..”. Entre las destrezas enunciaban las de razonamiento, observación y organización.
Observar es más que mirar. Requiere mucha atención y detenimiento. Exige reflexión para poder adquirir conocimiento sobre lo observado. Detenerse y elegir. Parar, silenciarnos y darnos tiempo para observar. Destreza clave para cualquier profesión.
El escritor mexicano Juan Villoro, al referirse a Gabriel García Márquez, destaca que en sus textos está muy presente la observación como fuente de la imaginación. Descubrimos así algo inesperado que nos aporta la observación. Dicho con sus palabras: “si eres suficientemente curioso y observas con atención verás cosas que parecerán inspiradas”. A la maestría de Gabo la queremos encasillar en realismo mágico, pero parece que es la magia de la observación lo que terminaba inspirándolo.
Sherlock Holmes el personaje de ficción creado por Arthur Conan Doyle, es un especialista en el arte de la observación. Puede ver donde los demás no ven. Una de sus frases más famosas decía “No veo más que a usted, pero estoy entrenado para fijarme en lo que veo.” Observar nos permite registrar el entorno, descubrir pautas de comportamiento, leer rostros y actitudes, entender cómo funciona el mundo.
Te preguntaste alguna vez ¿cómo estás observando?