Skip links

“Hace unos días, un abogado, dueño con otros socios de un Estudio jurídico, enumeraba algunos de los cambios operados a propósito de la Pandemia en los procesos en los que habitualmente interviene. Destacaba la digitalización de actuaciones y la no recepción en forma personal de escritos; la falta de contacto y trato de los profesionales con el personal de los tribunales; la poca interacción presencial con clientes y la disminución de espacios de encuentro con otros colegas. Edificios de tribunales y bares aledaños con poca circulación. Un cambio de hábitos, de forma de trabajo, de contacto, que le dejaba mucho más tiempo libre y lo llevaba a preguntarse por el futuro del Estudio. Decía sentirse perdido por no saber qué pasaría con el Estudio al tiempo que se informaba sobre un curso de Derecho y nuevas tecnologías.

Escuchábamos y pensábamos en las actitudes posibles frente a un cambio de realidad. Una podría ser quedarnos inertes, dejarnos llevar y esperar a ver lo que se presenta. Nos vino a mente la figura de los satélites zombis que nos describió Juan Cruz González Allonca en la espectacular conversación que les presentamos hoy. En las décadas que llevamos desde el inicio de la Era Espacial, allí por 1957 y el lanzamiento del Sputnik 1, la humanidad ha dejado sistemáticamente flotando a la deriva satélites muertos, sin uso. Son satélites que integran la basura espacial, se encuentran “a la deriva”, vagando con el riesgo de provocar grandes daños si chocan con un satélite activo.

A la deriva se está cuando ya no hay rumbo ni propósito, cuando quedamos efectivamente a merced de las circunstancias. No es lo mismo que sentirnos perdidos.
Estamos perdidos cuando desconocemos dónde nos encontramos o nos quedamos sin la capacidad de resolver una dificultad. A veces esto nos pasa, pero aún perdidos, sigue habiendo un conductor, buscando, investigando y recalculando, si es necesario. No un zombi o autómata sin reflexión.

Horacio Quiroga, autor del genial cuento “A la deriva”, nos muestra las dos situaciones, en dos momentos. El del “hombre que no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentóse en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná.” Y el del hombre que ya no puede remar y semi tendido, va en la canoa a la deriva, y muere. (¡Nos pusimos trágicas! Culpa de la yararacusú que lo mordió).

No tenemos dudas de que el futuro nos exige cambios en nuestra forma de trabajar y que tenemos nuevos problemas por resolver. ¿Cómo enfrentarlos para no sentirnos a la deriva?

Hace unos días, leímos la última obra de Ken y Kate Robinson, “Imagina si…El poder de crear un futuro para todos”. En ella nos recuerdan que nuestra capacidad imaginativa nos distingue notablemente del resto de las formas de vida. Apuntan a la imaginación como la capacidad de evocar cosas que nuestros sentidos no perciben directamente y que nos permite visualizar el futuro, resultando un elemento decisivo para darle forma y construirlo. Gracias a la imaginación y a nuestra creatividad que nos permite aplicarla y dar vida a lo que imaginamos, creamos los mundos en los que vivimos. ¡Tremendo poder!

Nuestro entrevistado Juan Cruz González Allonca, soñó con el espacio, imaginó los planetas y las estrellas, de la mano de documentales y de la ciencia ficción, y recorrió un camino que, con desvíos, pérdidas y sinuosidades, lo llevó a trabajar en lo que fue materia de su imaginación. Abierto a la curiosidad. ¡Nunca a la deriva!”