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Una de nosotras tuvo que hacerse un estudio de control que siempre genera ansiedad y miedo. En la clínica donde lo realizan la gente que atiende, generalmente, es muy buena. Pero ese día tuvo algo diferente. Una médica con una energía especial fue la que recibió con una enorme sonrisa. Rebalsaba amabilidad. Con mucha calidez realizó las preguntas de rutina, explicando con claridad los motivos por los que hacía cada una. Fue guiando en forma amorosa todo el estudio, por momentos incómodo y hasta doloroso. Mientras hacía esto, conversaba sobre lo natural de los temores que todas las personas enfrentamos, también habló sobre los suyos. La experiencia del estudio tan temido, estaba siendo placentera.

 

Esa persona no solo fue muy buena, fue inolvidable. Su calidez. Su delicadeza. Su claridad para explicar. Su generosidad para compartir sus propios miedos. Todo eso hizo la enorme diferencia y despertó la sensación de agradecimiento infinito.

 

En nuestro caso, quien acude a los servicios de un abogado o a un tribunal de justicia, también es alguien vulnerable, con incertidumbres, preocupaciones, angustias, dolores. La atención del abogado o abogada, tiene que contemplar el impacto de las palabras, los gestos, las emociones.

 

Cuando consultamos las normas de colegiación obligatoria y los códigos de ética profesional nos recuerdan que con nuestros clientes tenemos que actuar con fidelidad, con la verdad; no generar falsas expectativas o garantizar resultados; comportarnos con lealtad, probidad y buena fe; guardar el secreto profesional y atender sus intereses con saber y dedicación. Pero, no hacen referencia expresa a cómo debe ser el trato hacia quienes reciben nuestros servicios.

 

¿Muy buenos o inolvidables? La gente inolvidable es más fácil de reconocer, que de definir. Tal vez, no se trata de lo que han hecho o pueden llegar a hacer, de los “qué”. Se trata de lo que pueden ver y de cómo se comportan e interactúan con los demás, de los “cómo”. Transitamos una era en la que los “cómo”: la calidez, la amabilidad, la humildad, tal vez sean los diferenciales a buscar. Como abogados y abogadas creemos que no nos alcanza con ser muy buenos, tenemos que ser inolvidables.

 

Para Borges, Estela Canto era inolvidable…“No sé qué le ocurre a Buenos Aires. No hace otra cosa que aludirte, infinitamente….” “No hay ninguna razón para que dejemos de ser amigos. Te debo las mejores y quizá las peores horas de mi vida y eso es un vínculo que no puede romperse”.

 

Para ser abogados y abogadas inolvidables nos proponemos trabajar con pasión, atender a los “cómo”, agudizar nuestra sensibilidad, desear sinceramente ayudar, tocar las emociones de las personas. Ganarnos la confianza cumpliendo la palabra y aceptando los errores. Y aportar lo inimaginable.