Hace unos días participamos de un show de magia que hizo el mago Max Giaco en el Centro Cultural de la Ciencia ¡Nos quedamos con la boca abierta! Max presentó varios trucos vinculados con el mentalismo. Se sentía como si, verdaderamente, fuera capaz de meterse en la cabeza de la gente. Antes de comenzar el último truco, le preguntó al público: ¿Quién de las personas presentes no cree en los trucos y piensa que está todo arreglado, que es todo mentira? ¿Quiénes son los escépticos? Algunos levantaron la mano. Entre todos, elegimos a una de esas personas para que se expusiera a la experiencia y se sacara las dudas.
Esto nos dejó pensando en los equipos y en las voces disonantes. En las personas que no creen en el rumbo elegido por la mayoría. Las que no están de acuerdo con determinado argumento. Las que disienten porque tienen una percepción diferente del problema o simplemente no han llegado a enamorarse del proyecto en igual medida que los otros.
¿Cómo trabajar con los escépticos? ¿Los ignoramos y seguimos adelante, porque están en minoría? O les preguntamos a cada uno como si fuéramos el mago ¿Qué necesitarías para creer?
Entender la raíz de las dudas de las personas que trabajan con nosotros siempre es valioso. Como los mentalistas, para comprender al otro y sus percepciones, tendríamos que desarrollar la habilidad de leer e interpretar lo que nos dice no sólo con sus palabras. Aumentar nuestra sensibilidad. Podría parecer que el objetivo es sólo convencer al que no está de acuerdo. Sin embargo, el proceso despierta otras cosas que nos sorprenden. Luego de escuchar a otros, de poner en ellos nuestra atención, aparecen cambios o propuestas que nunca habríamos imaginado.
A veces son ideas que nos resultan extrañas. Ideas que nos cuesta conectar con algo previo conocido. Ideas que irritan. Ideas delirantes. Cuando vencemos la resistencia y las dejamos pasar, reaparece la magia en otro sentido. Se produce la transformación. Y descubrimos eso que nosotros necesitábamos para creer.