El Arte nace sin pedir permiso. Es a la vez creación y anarquía, la expresión más elevada del alma. Ignora fronteras y lenguas, interpela, cuestiona y emociona.
El Arte no se regula, pero sí podemos multiplicarlo, incentivarlo, hacerlo omnipresente.
Ingresé a la Facultad Paris II -rue d´Assas-, para iniciar mi segundo año de Derecho. Un edificio funcional, moderno, con vitrales al frente y oficinas modernas. Todo un contraste, venía de nuestra amada Facultad de la UBA, neoclásica, columnosa, imponente.
En el patio de la Facultad, campeaba extraña la cabeza bifronte de Jano, dios enigmático, que mira el pasado y el futuro, el comienzo y el final de las cosas, impávido testigo del cambio y de la historia.
Esa mirada en sentidos opuestos desafiaba la pirámide normativa de Kelsen, o la clásica figura de la Justicia que equilibra los platillos de la balanza. En el centro de la enseñanza del derecho ¿la ley tiene dos caras, otea dos horizontes?
Madeleine Salomé Vénard, la autora, la denominó “La ley y la naturaleza”. No era un título ingenuo de una artista bohemia. Supe después que, además de ser afamada escultora, era Doctora de Estado y profesora de Derecho.
No me pregunté por qué estaba allí. Sólo la disfruté y pensé. Aunque más tarde, en un colegio, admiré un vibrante mosaico, gigantesco, de un artista regional. Y en un puente me sorprendió una estatua que le imprimía carácter y belleza.
Nada era casualidad. En Francia, desde 1951, en los establecimientos educativos y, desde 1970, en toda obra pública visible o transitada, debe destinarse el 1% del presupuesto total, de la obra o refacción, para incluir una pieza de arte, contemporánea, que se integre al proyecto arquitectónico.
No piensen sólo en grandes monumentos. Si el monto es pequeño, puede ser una obra modesta. Está no solamente reglamentado, hasta hay instructivos para que toda comunidad local pueda implementarla. Se hacen concursos públicos de artistas, con jurados independientes, y se asigna la obra.
Alguien ideó esto. Para nosotros, sería nuevo. Un gran incentivo que motivaría a cientos de artistas en cada región, en cada ciudad.
El derecho puede ser germinador de Arte. Donde el Estado construye algo, que integre su hacer utilitario con arte visionario, atrayente, integrador.
La Belleza necesita de una norma que la instale y reproduzca, que la torne un bien público. Es tan necesaria para el alma como las obras que la causaron.
Mi Iusperanza: que el hacer público torne más bello el mundo que construye.