Trabajar y crear pueden ir de la mano. Hacer y rehacer el mundo todos los días
con nuestro trabajo. En las organizaciones hacemos con otros, con muchos, lo
que solos no podemos. Es posible trabajar, crecer, aprendiendo con los otros a
hacer algo, cada día, un poquito mejor.
Hay organizaciones que plantan limoneros. Y tienen éxito. Saben que cuando
sus miembros crecen, crece el todo, son más eficaces. Desean que cada uno
reciba una formación que lo inspire, lo perfeccione, le brinde nuevas
herramientas o ideas.
Pero no es la regla. Suelo preguntar a mis alumnos si, donde trabajan, los
forman. Por lo general, (hay excepciones) no sucede. Les indicaron, al inicio, lo
que tenían que hacer. La formación suplementaria corre por cuenta de cada
uno, por fuera del trabajo.
Aquí viene la Iusperanza. Que todos crezcan en lo que hacen, pero que
además reciban formación para esta mejora, para entender lo nuevo, para pulir
y multiplicar capacidades.
¿Cómo hacer para que esto no lo decida la ruleta de la vida? Porque, según
toque, se consigue un trabajo donde se crece y aprende, o se cae en un lugar
en que sólo buscan resultados, como se exprime un limón, sacando sin nunca
dar.
Podemos inspirar esta Iusperanza con la llamada Ley Delors, de Formación
Permanente francesa, que acaba de cumplir exitosamente medio siglo.
La viví en carne propia. Recién egresado de una maestría en economía y
finanzas, descubrí que mi título me habilitaba a enseñar en instituciones
registradas de Formación Permanente empresaria. Durante varios meses
enseñé en pymes de los alrededores de París, y aprendí tanto de ellas cuanto
enseñé.
¿Por qué tenían tanto trabajo? La Ley Delors estableció que toda empresa
debía dedicar el 0,8% de su masa salarial a la formación permanente de sus
empleados. De no acreditarlo, se deducía como impuesto.
El resultado superó todas las previsiones. Una vez que empezaron a formar,
para no perder en el fisco ese monto, las pymes descubrieron los beneficios de
capacitar a su gente. En promedio, las empresas francesas le dedicaron 1,2%
de su masa salarial, un 50% más de lo que podían deducir.
La Ley, con el tiempo, se pulió, se mejoró y hoy es altamente respetada por
todos, como una gran herramienta de incentivo y mejora de la formación
profesional en Francia.
Una ley que impactó positivamente durante medio siglo en todas las
organizaciones, chicas o grandes. Y que es cada vez más actual, según los
expertos, porque constantemente se reformula lo que hay que enseñar, los
pasos a dar frente a lo nuevo.
Una hermosa esperanza de ley: formar a todos, que nos impulse a trabajar
mejor y a ser mejores trabajando. Que aprendamos a crecer juntos.