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Author: Derecho a la pasión

Los escalones de la inclusión

Argentina fue sinónimo de inclusión. Nuestros antepasados encontraron trabajo, en la ciudad o en el campo, llevaron a sus hijos a las escuelas y a la universidad pública. No todo fue color de rosas, pero Argentina se caracterizó por su creciente y educada clase media.

A bajar los decibeles

Fue maravilloso leer, de chico, “El Mundo del Silencio”, de Cousteau. Subyuga la inmersión en aguas profundas. No hay silencio absoluto, sino otros sonidos, Escuchamos nuestra respiración, las burbujas que emitimos. Las ballenas se comunican entre sí a través de los mares. Hay una armonía

Beatriz, que donde estés, sepan cuidarte bien

Somos inquietos. En los fines de semana largos, nos gusta descubrir paisajes, posadas encantadoras. Ir por nuevos caminos, pasear, experimentar, conocer, atesorar recuerdos. Somos algo nómades también, cambiando de trabajo, de barrio, de ciudad o de país.   Donde va nuestro espíritu curioso, nos sigue

Un poderoso incentivo

Desde hace mucho pienso que hay un espacio al que le vendría muy bien tener toda la luz y la participación que necesita, más en estos tiempos. Son nuestras comisarías barriales. Muchas veces son virtuosas, conocemos a los policías con que nos cruzamos en esquinas

¡Quiero mi ventanilla!

De chico, adoraba pedir el asiento de la ventanilla en el avión. Desde ahí veía todo. La ñata pegada al vidrio, vigilaba las lentas oscilaciones del ala, escrutaba los paisajes hechos miniatura, admiraba las desafiantes montañas mendocinas o alpinas. Al aterrizar, se ensanchaban sus alas

Agnódice

Esa mañana de finales del siglo IV a. C., en la Colina de Ares soplaba el viento. Agnódice lo podía sentir en la cara. El Consejo se hallaba reunido, listo para juzgar los diversos asuntos criminales, entre los que se encontraba el suyo.   Desde

Charles Darwin

Fiel a sus hábitos de coleccionista de huevos, decidió meterse en la boca uno de los escarabajos verdes que acababa de encontrar en el tronco de un árbol, para dejar una de sus manos libres, y poder coger así otro aún más raro y sorprendente

Benjamin Franklin

Hay gestos que cuando acontecen pueden parecer excentricidades de quien los realiza, hasta descabelladas locuras, pero que con el tiempo adquieren rango de legendarios. Uno de ellos tuvo lugar a finales de 1776, a mitad del Atlántico.   Una soleada mañana de octubre zarpó del

Sofonisba Anguissola

Sentada en su estudio de Palermo podía sentir el sol de julio en los pies. Medio día, calculó. Más o menos la misma hora en la que se presentó el día anterior aquel joven flamenco. Van Dyck, ¿dijo? Sí, Antón van Dyck. Qué educado, sonrió Sofonisba al

Derecho a ser raros

Hace unos meses, al llegar a un encuentro con otros colegas, alguien nos dio la bienvenida con un afectuoso y sonoro, “¡Acá llegan las periodistas!”. Entre risas y agradecimientos, la conversación siguió con algunos comentarios sobre el último episodio del podcast. Pasados los días, nos